Hoy no resistí quedarme en mi casa, sólo y triste, a pesar de la aburrida lluvia bogotana. Me levanté, me preparé unos huevos con tocineta, un té afrutado (para eso de levantarme un poco el ánimo), un pan resobado con mermelada de fresa y el consabido juguito de naranja (de caja, porque no crean que me iba a poner a exprimir naranjas). Me arreglé y salí sin rumbo fijo…
Mi cabeza daba vueltas y más vueltas y cuando anda en esas siempre termino refugiándome en todo lo que el Centro puede ofrecer. Me acordé que podía ir a buscar un libro que en ninguna de las “super librerías” bogotanas había podido encontrar. Hace mucho tiempo fui con mi papá a la Calle 17 con 9 y desde aquella vez no había vuelto porque tenía una imagen mental un poco desagradable de la zona. Pero me llené de valor, baje por la Jiménez luego de salir de la estación Museo del Oro y empecé a perderme entre edificios modernos y neoclásicos que nunca antes había visto ni creído que existieran. Caminando por la 9 encontré las primeras librerías… Me dolió ver los estragos que causa la piratería literaria: libros con los que estudié mal encuadernados, con una edición pésima, mal impresos… Libros que han salido recientemente y que con solo ver sus tapas mal impresas, el monstruo de la piratería empieza a mostrar su cara… La única vez que compré un libro pirata, me sirvió para no volverlo a hacer nunca: le faltaban páginas, la edición pésima, horrores de ortografía, mal impreso…
Pero bueno, finalmente no fue una experiencia amarga porque poco a poco llegué a los locales que quería encontrar. Pequeños y grandes sitios llenos de estanterías con miles de libros usados que posiblemente fueron herencias desaprovechadas. Me imaginé en el momento cuántos abuelos se estarían revolviendo en sus tumbas porque sus nietos no quisieron guardar y seguir atesorando invaluables colecciones literarias. Nietos que llamaron a los rapaces compradores de libros usados que por cualquier cien mil pesos se adueñaban de miles de letras que hacían parte de su familia. Una de las grandes herencias de mis abuelos fueron sus libros, con los que hoy tengo la dicha de compartir a diario y que hoy sigo manteniendo viva aumentando con buenas obras la colección que se puede decir que ya es de familia.
Pregunté en varios locales Las Amistades Peligrosas de Chordelos de Laclos, libro en el que basaron Barroco, una de las obras que más me gustó del pasado Festival Iberoamericano de Teatro. Nada, casi nadie lo conocía y los pocos que lo habían oído me dijeron que era casi imposible encontrarlo. Me mandaron al local de la Sra. Julieta, en un edificio como de tres pisos y sótano lleno de libros. Increíble, me sentí entrando a otro mundo donde la incalculable cultura se veía simplemente reflejada en la cara de todos los dueños de los locales: señores ancianos que en cada una de sus arrugas se podían encontrar millones de letras y hermosas palabras de todos los libros que han alcanzado a digerir en sus vidas.
La Sra. Julieta salió con lo mismo. Muy difícil el libro que buscas querido, me dijo con una voz de madre fraternal que me llegó directo al corazón. Me recomendó que fuera al sótano, donde están los locales que acumulan mayor cantidad de libros antiguos. Me desilusioné un poco porque mi búsqueda había sido infructuosa y al no querer irme con las manos vacías, busqué algo muy por encima en todos los hermosos libros de la Sra. Julieta. Y oh sorpresa cuando me encuentro con los Cuentos Polonesos, libro del que alguna vez leí algo en la universidad en una de mis tardes de huecos interminables. Sin dudarlo lo compré: $3.000!. Bajé al sótano y todos los señores reunidos, fumando, con libro en mano, lanzaron sus miradas sobre mí, un niño que posiblemente venía buscando algún libro técnico para su universidad… Pues cuando les pregunté qué buscaba, todos se interesaron mucho. La mayoría suspendió su tertulia para buscar en sus anaqueles el preciado libro. Nadie lo encontró. Me preguntaron que para qué lo necesitaba. Les eché el cuento de Barroco y terminamos hablando de teatro, de literatura francesa, de la revolución francesa y de mil cosas más que sorprendentemente llenaron mi espíritu y me alejaron de mi triste realidad. De golpe, llegó uno de los señores con un libro en la mano: si señores, era EL libro. Lo ojeé, una edición del Círculo de Lectores con unas ilustraciones de época espectaculares! Pensaba en cuánto me iban a pedir… Pregunté y casi muero: $25.000!!! No dudé y saque la plata inmediatamente. Feliz y dichoso, guardando rápidamente el libro en mi maleta antes de que se arrepintieran de habérmelo vendido o casi regalado, me despedí de todos y les agradecí en el alma por el libro y por sus maravillosas palabras que me regalaron para llenar mi espíritu.
Salí y mi rumbo estaba fijado hacia la Luis Angel. La exposición Interfunktionen; recomendada, el montaje único: en los sótanos del edificio de exposiciones temporales. Vale la pena otro post para hablar de la exposición. Cabe anotar que el casting también de exposición: un montón de alemanes, austriacos y más europeos una delicia. Casi no logro concentrarme en las obras (bueno, ellos también eran todos unas obras).
Salí más contento y fui a cine. Caminé hasta el MAMBO y ya se me había pasado la función de las 5:00 pm. Fui al Embajador y entré a P.S. I love you… Mala elección pero merece otro post.
A las 9:00 muerto del frío esperando el bus azul para venirme a mi casita, pensé en que había sido un muy buen día y sin quererlo me pasaron muchas cosas buenas que me alegraron la triste semana que tuve por seguir pensando en Don Don.
Los dejo con una imagen de Barroco.
