Federico no contestó el celular porque el jefe estaba cerca y les tenía terminantemente prohibido hablar por teléfono cuando estuvieran trabajando. Pero alcanzó a sentir que el que llamó dejó un mensaje de voz. Luego de varias horas, al terminar su turno, salió lentamente caminando por la Calle 11 hacia la Carrera Séptima, con una cuerdita de color rojo se cogió su pelo de matices dorados que brillaban aún más con la luz de mil ocres de los atardeceres bogotanos. A su paso, muchos hombres y mujeres lo miraron porque el ritual de acomodarse su abundante cabellera y los mechones alborotados, era muy sensual. Prendió un cigarrillo y luego buscó indiferentemente la llamada perdida en el celular; era Adam en un español entendible pero horriblemente pronunciado, quería saber de él, había aplazado su viaje a Suiza solo porque esperaba volverlo a ver… Le tenía un regalo, le tenía una invitación, que lo llamara al hotel o a ese celular que ese mismo día había comprado para exclusivamente llamarlo. Se le dibujó una sonrisa pícara y lentamente empezó a escribir un mensaje en su celular (que ya no recordaba qué extranjero se lo había regalado) y que no tenía la intención de sólo de enviárselo a Adam, sino también a Howard, Murilo y Franz: ME ESTÁS GUSTANDO TANTO… Siguió caminando por la Séptima buscando despertar más miradas y encontrando solo las extranjeras. Alcanzó a fumarse tres cigarrillos más y a acomodarse también tres veces más su danzante cabellera hasta llegar al Hotel Tequendama. Antes de cruzar la Séptima se quedó fijamente mirando a una pareja de hombres en una grandioso carro y le causó algo de curiosidad ver que en sus miradas se notaba ese algo más que él nunca quisiera tener con un hombre para no abandonar su estilo de vida. Despertó de su embelezo cuando una anciana lo empujó por detrás buscando pasar el semáforo peatonal hacia el hotel.
¿Ves esa construcción que parece un fuerte muy antiguo? Pues empezó siendo el Congreso de la República, luego una de las cárceles más importante del país y ahora la sede del Museo Nacional; es un panóptico, osea, que se pueden vigilar sus corredores y celdas desde el centro de cada unos de sus tres pisos… Emmanuel miró fijamente a Jose, fue una mirada tan sostenida y penetrante que solo los pitos de los carros de atrás hicieron que Jose arrancara en un semáforo que gritaba desde hace mucho tiempo verde. 20 minutos antes, habían salido de uno de los primeros recitales que Emmanuel daba en Bogotá. Jose tuvo más de una erección cuando estaba en el allegro de la pieza de Dvorak; alcanzó hasta sudar viendo cómo abrazaba su chelo con sus grandes piernas, como lo apretaba y lo obligaba a sonar... No solo fue él el que sudó en el foyer del teatro Colón; en un segundo de distracción dirigió su mirada a varias señoras y notó cómo su acelerado pulso hacía resaltar todas las venas y a algunas lo profundo de sus suspiros hacían notar más de un indeseado pero profundo orgasmo. Se conocieron en un avión minutos antes de aterrizar cuando Emmanuel le pidió a Jose que le dijera cuánta era la diferencia horaria entre Santiago y Bogotá. Emmanuel le emocionó que Jose fuera arquitecto y se ufanara de la arquitectura de la ciudad en la que vivía, y a Jose no podía encantarle más al ver cómo había tratado a ese chelo en el recital… Unas cuadras más allá del Museo Nacional, mientras Jose le seguía regalando y contando historias ocultas de su ciudad, que embelezan más que cuentos de niños, Emmanuel le pusó una mano encima de su pierna y otra vez fijando su mirada en los ojos de Jose en los que las miles luces de la Séptima se confundían en el gris penumbra de sus ojos, le dijo lentamente en un diminuendo casi irresistible ME ESTÁS GUSTANDO TANTO…
En el bus azul SE1 que iba al lado del carro de Jose, Miguel profundo soñaba con lo que había estado pensado para su próximo post. De repente, en el momento en que narraba uno de los mejores polvos con su amante de turno se despertó sobresaltado porque en el mismo instante su blackberry vibró indicándole que tenía un nuevo mail. Cuando se despertó notó que dos niñas con el típico porte de javerianas se reían inescrupulosamente de la forma en que había salido de aquellos sueños de los que difícilmente se quiere despertar. Vio que el remitente era uno de los lectores más asiduos de su blog; no dudó en leer el mail y quedó fascinado cuando leyó ME ESTÁS GUSTANDO TANTO, al fin descifré tu mensaje, bien oculto si estaba, me dejas encantado a tal punto que quiero saber quién es ese detrás de las líneas para poderlo besar sin ni siquiera dejarlo respirar…


