sábado, diciembre 27, 2008

Una navidad como hace mucho no la había sido

No sé si es curioso o algo preocupante, que a los 28 años de edad ya estoy nuevamente viviendo episodios que creía por completo olvidados y dejado en lo más profundo de ese supuesto baúl de los recuerdos. Hacía muchos años que no pasaba la navidad con mi familia materna; fue una decisión que tomamos mi hermano y yo voluntariamente cuando nos hartamos de esa celebración tan fantoche, banal y estúpida que todos los años repetían insistentemente. Era un juego de apariencias en el que predominaban el “si tu me das, yo de pronto te doy”, “como me diste el año pasado eso de una marca ratón, ahora yo te doy el de la marca gato”, “mira el regalo que yo le doy a mis hijos comparado al que tú le das a los tuyos”.

Esta navidad por meras coincidencias, terminé sólo con mis papás en el enredo de una celebración que suponía nada agradable. Sorpresa que me he llevado cuando mil buenos recuerdos aparecieron con el canto de los villancicos, con la entrega de los muchos regalos, con el compartir una fausta cena, con el olor de la pólvora… Seguía siendo el mismo cuento de todos los años, mi ojo crítico se paseaba por las mil cosas de las que no estaba de acuerdo en un pasado, pero esta vez me causaron tal diversión que finalmente terminé contento y a gusto.

Yo que iba en el plan de ahogar la cursilería que suponía nuevamente la celebración de la navidad en familia con grandes cantidades de alcohol, terminé riéndome de las siempre babosadas de mis primos, acompañé en su alzheimer-delirio a mi tía abuela rememorando parajes de hace 50 años de los que tenía solo leves pistas por cuentos de mi adorada abuelita, fumé casi a escondidas con un prima adolescente a la que la mamá aún intenta prohibirle hacer cosas…

Al final, ya de madrugada, cuando todos tenían sus respectivos regalos y el “niño dios” había satisfecho sus deseos mundanos, me preguntaron, Y tu qué? Si te trajo todo lo que le pediste al niño dios? Quedé un poco perplejo y me tomé de un solo sorbo el aguardiente que tenía en la mano, respondí que seguramente sí, sabiendo que hasta esa pequeña tradición la había dejado en ese baúl de los recuerdos.

Nunca es tarde para pedir un deseo y que valga la oportunidad para meterla dentro de la “petición al niño dios”: deseo en un futuro ver todos mis amargos recuerdos a como ví la celebración de esta navidad, llena de risas, llena de carcajadas, y que con un trago en la mano pueda reírme de lo que alguna vez me hizo sentir mal.

Notas al Pie

- Aprovecho para desearles a todos los blogeros que se pasean por acá, que muy amablemente me dejan comentarios, que han aportado significativamente a todas estas cosas que me da por escribir, un próximo año lleno de alegría y de felicidad, que no les falte nunca una buena sonrisa, que se diviertan y que la pasen bueno en el 2009!

martes, diciembre 23, 2008

Viéndole a él

Dentro de los pocos recuerdos que le quedaban estaba la arrechera que le causaba ver cómo se asomaba indiscretamente el borde de la ropa interior de un hombre con unos pantalones bien puestos. Dentro de las muchas cosas que en un pasado le causaban arrechera, ésta era la única que le quedaba.

Ya sabía cada cuanto él pasaba por su cuarto a hacer lo mismo de todas las veces: revisaba que el televisor funcionara bien, que el aire acondicionado también; en sus cortas inspecciones y cada vez menos frecuentes visitas, casi siempre ocurría lo único que de pronto lo mantenía con vida: en el pequeño espacio visual al que estaba e iba a estar posiblemente por siempre amarrado, se estiraba él buscando el botón on-off del televisor que colgaba de una esquina de su cuarto, cambiaba algunos canales, limpiaba con un trapo seco la pantalla, miraba que sí funcionara el aparato del aire acondicionado que muy cerca estaba; alzaba su grandes brazos, que con esas simples camisas cortas, dejaban ver lo peludo que era; al alzarlos, lentamente su camisa también lo hacía y en breves instantes se asomaba el borde de su ropa interior y se transparentaba sobre sus un poco e intencionalmente pegados pantalones blancos. Se la tenía ya casi toda inventariada: le gustaban los calzoncillos cortos con elásticos grandes de colores oscuros que iban desde negro hasta un gris cielo bogotano, pasando por una gama de azules que no podían incluir tonalidades pastel. Delicioso. No faltaban los boxers cortos apretados, pero que al parecer los evitaba, ya que no tenían las costuras sobre las nalgas, con las que posiblemente podría, tanto a hombres como mujeres, provocar de sobre manera, cuando se agachaba mostrando todo su atributo posterior.

Recuerda un día en que estando sólo, él llegó con su simple rutina -que nunca supo que llegó a ser tan importante y casi un aliento de vida-. Acabó, tomó con la mano derecha el control del televisor y puso la izquierda lentamente sobre su cintura, acariciando lentamente sus marcados abdominales laterales mientras cambiaba canales y aumentaba el volumen en algún noticiero regional. Mientras oía las ya fantoches declaraciones de Ingrid en el Parlamento Europeo, acarició también todo su abdomen y dejó ver más de su piel morena y sus densos bellos estomacales, acompañados del borde de unos boxers cortos pegados blancos que nunca había dejado ver. Sintió por primera vez, hacía tantos meses, una erección, que no pudo comprobar si era real o una completa fantasía…

Así pasó muchos meses, incontables días, deseando que lo dejaran sólo con él y su ropa interior, que siempre quería ser vista. Cuánto deseaba que en el reducido, monótono y único espacio visual que le quedaba no aparecieran sus padres, sus amigos y los médicos con caras mudas llenas de preocupación, tristeza y falsas esperanzas. Ya de la vida no podía obtener más, sabía que mucho le había robado y nada más de ella quería; dentro de sus vagos recuerdos y sus muchos secretos siempre estará grabado el último, con el que le quitó a la vida otro grito más de felicidad, sin saber que era el final de su goce mundano, cuando por una mamada indescriptible del tipo que llevaba en su carro, terminó completamente en su boca y en esos sublimes y breves segundo de placer, se llevó por delante dos carros más en la autopista y acabó aplastado por un camión que llevaba cerdos.

Notas al pie

- Pues si, me dió por echar cuento...

- Muchísimas gracias a todos mis "comentaristas"; muy valiosos aportes a la disertación del silencio – vacío. Mil gracias por la nominación al Sr. Joker, es todo un honor! Espero que puedan encontrarse con el documental que les recomendé y con las críticas de la bienal de Sao Paulo, pueden mover fibras…

- Siento mucho no haber podido ir a la reunión blogera, agradezco en el alma la invitación del Sr. Joker y del Sr. Dark; desafortunadamente no estaba en Bogotá en ese puente. Espero que muy pronto se repita y seguramente asistiré.