domingo, septiembre 06, 2009

Humo de cigarrillos a la llegada

Por la pequeña ventana rectangular trasera del taxi, seguía las líneas oblicuas que los cables de la luz dibujaban en un cielo lleno de parches grises, blancos y azules. Sus manos estaban juntas gracias a los dedos que no podían estarse quietos en una sola posición. Su cabeza estaba más que confundida con los miles de pensamientos y recuerdos que se le cruzaban como pájaros sin rumbo en ese cielo parchudo con el que buscaba únicamente distraerse.

Puso un pie en el suelo y al mismo tiempo metió su mano en la maleta negra para buscar la cajetilla de cigarrillos. El ademán de sacar un cigarro mientras ya tenía en su palma casi cerrada el encendedor con el que a los pocos segundos lo iba a prender, era ya más que un ritual autómata.

Sentía que su corazón latiendo era más fuerte que todo el bullicio de la gente esperando en la fría salida de los vuelos internacionales. Se acercó a la pantalla de los vuelos y notó que ya había llegado. Sacó el segundo cigarrillo antes de empezar a buscarlo a través de unos vidrios que mucho reflejaban y poco dejaban ver. Quiso estar escondido en medio de toda la gente. Quiso pasar desapercibido y mirar cómo todo funcionaba mientras él parecía desbaratarse de a pocos.

En la cajetilla ya solo quedaban 4 cigarrillos. El humo que lentamente salió de sus pulmones no se llevó la angustia y las pocas preocupaciones que lo embargaban. Solo fue una compañía sensata a sus risas calladas y solitarias mientras se empinaba para ver sobre las cabezas que ansiosamente se movían de un lado para el otro en un vaivén de desenfreno buscando posiblemente a seres queridos que hacía muchos abriles se habían ido y nuevamente pisaban tierras natales.

Los minutos ya no eran contados. Las vueltas en torno de sí incrementaban ese espiral de felicidad que brillaba ya hacía más de dos meses. La mirada que perdida se topaba con una silueta que suponía era la de él, no cesaba de crear espejismos que querían ser ya realidades.

Lo vió y por un corredor desapareció. Angustiado intentó buscar por dónde se había ido, pero el leve rasgo que dejó no quiso contestar ni responder nada. Pensó que él tenía que saber seguir todo el humo angustiado para encontrarlo casi desilusionado en un mar de gente que buscaba ese alguien que quería ser rescatado. Pensó que no había por qué preocuparse y en ese momento lo vió salir por el mismo corredor por el que supuso se había perdido. Emocionado se escondió detrás de alguien y cuando sus ojos buscaban incesantemente, se lanzó, lo abrazó y le disparó un “hola mi amor”.