El ensayo trascendió con las mismas discusiones de siempre, es tan difícil llegar a un acuerdo hasta en el dar un paso adelante o atrás. Mientras Zíngaro sonaba, en su mente tenía que estar la idea de delirio y en un breve descuido, se dejó llevar perdiendo la consciencia del aquí y el ahora: Carolina, en uno de sus giros lanzó la pierna más allá y en un golpe contundente a su único punto de apoyo, hizo que cayera sobre su mano derecha; el corrientazo que recorrió todo su cuerpo fue la señal de que algo más había ocurrido...
La función era a tan solo 17 días y él tenía el turno 071 para que lo atendieran en urgencias de su EPS. Fractura no fue, pero si una fisura que le impedía apoyar la mano y hacer algunas de las posiciones fundamentales en algunas de las frases. Imposible pensar en descartar su actuación en la obra o cancelar la presentación luego de pasar por las incontables peripecias para ser parte del festival. De una u otra forma él tenía que arreglársela.
Solo, en su apartamento, intentaba modificar sus movimientos adaptándolos para evitar el dolor insoportable en su mano. Siguió los consejos de tía, metió la mano en infusiones malolientes, compró la férula de última tecnología, repetía en su casa la terapia de-mala-gana que la siempre antipática fisioterapeuta realizaba, pero faltando tan solo 2 días la mano seguía igual.
Llegó media hora antes de la que habían acordado; en el parque de al frente se fumó su habitual Marlboro blanco y luego entró para divertirse viendo cómo todos los asistentes más que estresados, organizaban el montaje al son de los gritos de la directora.
Las toses de los asistentes, el crujido de las maderas bajo las sillas, el rozar de las chaquetas fue la señal para que en medio de la oscuridad y del silencio, saliera al escenario. Se le olvidó el dolor, se le olvidó hasta que tenía mano, pero se acordó de todo cuanto debía que hacer y lo disfrutó. Las luces pasaron, la música también, se encontró con la mirada de sus compañeros, con el sudor al rozarse, con su agitada respiración en los momentos de calma. Y cuando todo el escenario se iluminó y despertó con los aplausos, se levantó, se cogió la mano y volvió a encontrarse con el dolor. Se miró, con la complicidad de siempre, con Carolina, con Héctor y con Liz antes de ubicarse para la venía. Y aunque las luces cenitales lo encandilaban, recorrió fila por fila del escenario buscándolo hasta que su blanca sonrisa colgate lo delató. Su mirada se detuvo en él, le contestó la sonrisa y le regalo, en agradecimiento, una venía pausada y muy tranquila.
